El medio ambiente, víctima olvidada de los conflictos olvidados de África.
El medio ambiente, víctima olvidada de los conflictos olvidados de África.

El medio ambiente, víctima olvidada de los conflictos olvidados de África.


África sigue siendo el continente que registra el mayor número de conflictos armados activos en el mundo. Según datos del Informe Alerta 2017 de Escola de Cultura de Pau, durante 2016, de los treinta y tres conflictos armados registrados en el mundo trece se concentraron en África. Además, siete de estos conflictos, concretamente los ubicados en Libia, región Lago Chad (Boko Haram), Somalia, Sudán (Darfur), Sudán (Kordofán y Nilo Azul), Sudán del Sur y Egipto (Sinaí) han sido considerados en éste informe como conflictos de elevada intensidad.

La mayoría de estos conflictos armados tienen una dimensión internacional o influencia regional vinculada a factores como los flujos de personas refugiadas, el comercio de armas, la participación de combatientes extranjeros, el apoyo logístico o militar proporcionado por otros Estados a algunos de los bandos en pugna o a los intereses políticos o económicos de países vecinos al conflicto armado, por ejemplo, en lo referente a la explotación legal e ilegal de recursos.

La naturaleza multidimensional de estos conflictos armados continúa siendo una constante, pero queremos destacar aquellas causas relacionadas con el control de los recursos. Tal y como señala el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), al menos el 40% de los conflictos internos registrados en los últimos 60 años han tenido relación con la explotación de los recursos naturales, tanto por su «gran valor monetario», como la madera, los diamantes, el oro, los minerales o el petróleo, como por su escasez, como la tierra fértil y el agua. El riesgo de recaída de este tipo de conflicto por los recursos naturales se duplica con respeto a otros casos.

En el caso de los recursos más valorados por el mercado, el continente africano es el más rico, convirtiéndose sin embargo en una “maldición” que genera múltiples conflictos relacionados con el control, explotación y expolio de dichos recursos.  De hecho, a día de hoy, en África Central y Oriental, el tráfico ilícito de minerales, fauna y flora, madera, carbón y estupefacientes financia actividades ilícitas y sustenta a grupos armados y redes delictivas. En Somalia, por ejemplo, se estima que el comercio ilícito de carbón genera ingresos anuales de hasta 384 millones de dólares que van a parar a los insurgentes y los grupos terroristas.

Por otra parte, en numerosas regiones de África es muy extendida la escasez de los recursos más básicos como el agua y los pastos que a su vez está viéndose agravada en los últimos años por el “cambio climático”. El avance de la desertificación y el cambio en los patrones pluviométricos provocan el agotamiento de las cosechas y en último término el aumento de la inseguridad alimentaria. El cambio climático produce un impacto especialmente agudo en las comunidades rurales africanas con una economía de subsistencia. Son crecientes  los enfrentamientos por la tierra y las fuentes de agua entre poblaciones agrícolas sedentarias y pastores nómadas que tradicionalmente habían compartido los recursos, pero que ahora tienen más difícil hacerlo por el avance de la sequía y la llegada de comunidades forzadas a migrar desde otras regiones. Como ejemplo, recordamos aquí la grave situación que se está dando en toda la región de lago Chad. La inestabilidad y terror provocadas por Boko Haram unida a la degradación del ecosistema del lago ha provocado la emigración forzosa y el agravamiento de las tensiones sociales siendo un ejemplo reciente de la conexión entre conflictos, cambio climático y desplazamientos. De hecho, responsables del Plan humanitario de la ONU para el Sahel, han señalado, que actualmente en ésta región, que se extiende por Camerún, Chad, Níger y Nigeria, más de once millones de personas necesitan ayuda humanitaria, los desplazados superan los dos millones doscientos mil, y cinco millones se mueren de hambre.

 

Por lo tanto, ésta competencia por lo recursos escasos agravada por el cambio climático es una de las causas que alimentan los conflictos armados, y a su vez, éstos, tienen graves consecuencias directas sobre el Medio Ambiente que ha sido con frecuencia la víctima olvidada de las guerras. Para concienciar sobre este asunto, la Asamblea General de las Naciones Unidas desde el 2001, declara el 6 de noviembre de cada año, Día Internacional para la prevención de la explotación del medio ambiente en la guerra y los conflictos armados.

De hecho, Naciones Unidas identifica numerosos impactos ambientales producidos por las guerras que incluyen contaminación por derrames de aceite y productos químicos causados por los bombardeos, saqueos de recursos naturales por parte de fuerzas armadas, acaparamiento de las tierras para ocupación de los efectivos militares o la destrucción y contaminación de los ecosistemas marinos y terrestres. Además de todo esto, se estima que las fuerzas armadas son las responsables del 10% del total de emisiones de CO2 atmosférico, debido al gasto de combustible que supone el transporte y movilización de los ejércitos.

Ésta destrucción ambiental como consecuencia de los conflictos bélicos se convierte a su vez en causa de agravamiento y perpetuación de dichos conflictos al alterar las trayectorias de comunidades enteras o contaminar y disminuir los recursos básicos necesarios para un desarrollo humano y sostenible de las poblaciones.

 

Por lo tanto, es primordial garantizar que la preservación del medio ambiente forme parte de las estrategias para la prevención de conflictos y para el mantenimiento de la paz y su consolidación, porque no puede haber paz duradera si los recursos naturales que sostienen los medios de subsistencia y los ecosistemas son destruidos sea por las consecuencias directas de las guerras o por la alteración humana que está provocando la contaminación y el cambio climático.

El 27 de mayo de 2016, la Asamblea de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente aprobó la resolución UNEP/EA.2/Res.15, en la que reconoce que unos ecosistemas saludables y unos recursos naturales gestionados de manera sostenible contribuyen a reducir el riesgo de los conflictos armados. El fortalecimiento interno e internacional en el control y transparencia en la extracción y gestión de los recursos naturales y una mejor vigilancia y gobernanza en los Estados afectados por conflictos pueden ayudar a evitar que los recursos sean un factor que contribuya a los mismos

Desde el Grupo Pro África somos conscientes de la complejidad de los conflictos armados africanos cuya resolución debe ser abordada desde un enfoque multidimensional que analice factores históricos, económicos, antropológicos, políticos y medioambientales. Pero con motivo del recientemente celebrado Día Internacional para la prevención de la explotación del medio ambiente en la guerra y los conflictos armados, queremos recordar la importancia crítica de proteger el medio ambiente en los contextos de conflicto armado y de restablecer la buena gobernanza de los recursos naturales durante la reconstrucción posterior a los conflictos. Reconocemos también la enorme importancia que revisten los recursos naturales en la subsistencia y la resiliencia de todos los miembros de la sociedad, especialmente las mujeres y la infancia, y las consecuencias de la gestión equitativa y sostenible de dichos recursos para la prevención de los conflictos y la paz.

Por ello, apelamos a la responsabilidad de la sociedad de nuestro entorno para que pongamos en práctica un consumo responsable que denuncie el consumismo vinculado al expolio y la explotación. Por otra parte, sin olvidar la necesidad de la acción urgente y humanitaria ante catástrofes como las de la región del Chad, reclamamos la importancia de luchar contras las causas que generan un mundo insostenible, donde números conflictos armados permiten el control de los recursos naturales generando mayor pobreza y desigualdad.

Fuente: Grupo Pro Africa / Afrikaren Alde. 10 de noviembre de 2017